Cultura material en los tiempos de Facebook - Rodrigo Toledo y Juan Camilo Ramírez

Es curioso que centremos nuestra atención en las herramientas que usamos para hacer arquitectura y abramos polémicas en torno a ellas. A los arquitectos nos gusta tomar partido por algunas de estas herramientas en defensa no solo de las maneras en las que se utilizan y las posibilidades que ofrecen, sino, sobre todo, de las arquitecturas que producen. De la misma manera en la que un escalpelo permite al cirujano cortar la piel, o un microscopio hace posible ver cosas invisibles a simple vista, las herramientas digitales aplicadas al diseño traen consigo unas acciones implícitas y unos resultados inherentes a sí mismas. Nada de esto es nuevo. Podría decirse que la ventaja del CAD sobre la mesa de dibujo es, como en el caso del microscopio, la capacidad que nos da para hacer zoom, para aumentar las propiedades del dibujo. ¿Cuáles son entonces las ventajas, maneras o resultados implícitos en las nuevas herramientas de procesamiento de datos para arquitectura?, ¿qué posibles arquitecturas traen consigo? Detrás de estas cuestiones subyace otra, ya familiar y trillada, una pregunta por la arquitectura, por el proyecto y por el papel del arquitecto. Cuando nos preguntamos por lo que hacemos y por cómo lo hacemos nos estamos preguntando sobre nosotros mismos.

Es evidente que vivimos en sociedades que se construyen a partir del flujo de información y la generación y gestión de datos. Hoy más que nunca el mundo puede ser medido, cuantificado, analizado y transformado a partir de entenderlo como res extensa, como material (in)formal. Herramientas como GIS o incluso los diferentes sistemas de generación de geometrías por medio de algoritmos responden a esta manera de entender la realidad; una realidad estratificada en capas que al ser mapeadas, superpuestas y manipuladas revelan otras realidades ocultas a simple vista y permiten ejercer control sobre ellas. Estos medios instrumentales propician una arquitectura que tiene la forma de la información, proyectos que resultan de la recopilación y procesamiento de datos. La lógica if/then está presente hoy en el proyecto de una manera más explícita que nunca.

Creemos que la discusión no debe girar en torno a la herramienta sino en el modo como ella nos permite entender la vida e intervenirla. En otras palabras, comprenderla como técnica y no simplemente como herramienta. Entender el mundo como una base de datos supone que hoy los arquitectos son gestores de información, programadores de la realidad. Esta sí que es una discusión diferente, y más interesante, pues en los últimos años cada vez más críticos escriben al respecto, cada vez más escuelas abren programas orientados a estudiar esta manera de hacer arquitectura y cada vez más proyectos se explican a través de mapas y algoritmos. Que herramientas como los Sistemas de Información Geográfica aparezcan es un síntoma de cómo producimos nuestra cultura material en un tiempo en el que hasta las relaciones sociales son mediadas por interfaces digitales. Antes que aceptar o rechazar una manera de proyectar, nuestra atención debería centrarse en discutir qué significa todo esto. La técnicas crean el mundo en la misma medida en la que el mundo pide nuevas técnicas.