El oasis ¿Un estilo imperturbable?

Tengo la sensación de que la categoría espacial más reiterada en el planeta es la del interior comercial o layout. Mientras el contenedor es la pieza básica para construir desierto urbano o periferia, el layout construye los oasis. Creo que en este matrimonio el contenedor perdió la batalla hace unas décadas y quien se encarga de definir los escenarios colectivos es el layout. Esta situación deja en un interesante estado paisajístico a las periferias, como ya lo ha demostrado Gilles Clément con su Manifiesto del tercer paisaje. Pero es raro que en el congreso de la Unión Internacional de Arquitectos del 96, hubieran dedicado tanto tiempo al contenedor y al terreno vago, sin mencionar su contraparte gloriosa, el interior de marca. ¿No consideraban esto un asunto de la arquitectura? Eso ya no importa, aquí la cuestión es que ahora el layout se filtra por todas partes, incluso en las reservas naturales. Imaginen la situación del arquitecto en esta historia: le piden que olvide el exterior y las relaciones espacio temporales propias de la arquitectura, que ignore patios, galerías, balcones, ventanas, escaleras y jardines. A cambio, le solicitan cerrar el perímetro y disponer los brillos y pulidos del interior de marca.

La historia de la invaginación arquitectónica tiene un trayecto largo, quizá desde Roma. El layout introducido en el contenedor, viene a coincidir, no tanto con la tradición de la arquitectura moderna del espacio fluido y continuo, donde la forma arquitectónica exterior equivale a la interior, sino con la costumbre antigua que pone el adentro en oposición al afuera. Todo interior comercial reproduce el espacio histórico del paraíso, del oasis, no sólo como imagen de la abundancia, sino como espacio contemplativo y lugar propio del fin de semana. Pero los interiores comerciales -Las Vegas, Walt Disney, Walmart o Bass Pro Shops-, no son simulación, sino una técnica actual de producción material, que nos involucra a todos como sujetos. Aunque pueda parecernos que estos interiores de marca representan paisajes míticos, en esas mismas ficciones y banalidades hay algo de invención, de diferencia. Esa diferencia constituye el estilo globalizado de nuestra época. No voy a negar que este plan que la ciudad actual configura para la reunión colectiva, implica nuevas prácticas y placeres, nuevas cualidades perceptivas. El problema es cuando identificamos esos espacios como los signos exclusivos del mundo libre, simplemente porque no pueden serlo: para que existan estos oasis son necesarios grandes desiertos, mientras muchos nos divertimos en Disneylandia, otros están afuera del contenedor, excluidos de la fiesta, en el vacío programado. Si ser libre implica tanta miseria y explotación exterior, es preferible no serlo.

La tarea del arquitecto en este caso no es únicamente romper el perímetro sino también el layout, intentar hacer permeable lo impermeable, donde se pueda. Aprender y manipular las técnicas de las coreografías comerciales para perturbarlas al máximo.