Un millón de viviendas en cuatro años

Visitar la periferia de las ciudades y observar los barrios promovidos y construidospor los gobiernos o las empresas privadas, es una experiencia pasmosa. Da lo mismo situarse en París o en una ciudad latinoamericana: estas construcciones sólo son arquitecturas desventuradas. En el renglón de la vivienda social, creo que se rajan igualmente nuestras alcaldías ejemplares junto con las inmobiliarias y constructoras privadas. Y no digo que no se hagan viviendas sociales ni que no haya voluntad para hacerlas o, aún peor, que la vivienda social sea un puro negocio que hace inviable la calidad arquitectónica. No lo digo porque es mentira: se hacen viviendas sociales y me cuesta pensar que no haya al menos parcialmente buenas intenciones, buenos inversionistas, administradores, arquitectos, etc. Con los presupuestos estipulados podría salir arquitectura interesante que posibilitara modos de vida maravillosos. El asunto es que,  aunque hay esfuerzo detrás de estos conjuntos habitacionales típicos de los suburbios colombianos no existe imaginación política.

Un millón de viviendas sociales hará este gobierno en cuatro años. Me pregunto cómo va a hacerlas. Se oyen rumores: megaproyectos, alianzas estratégicas con las grandes inmobiliarias, conjuntos de 25.000 viviendas(que sean rentables para los privados), gestión y diseño arquitectónico interno (puertas adentro de las administraciones o de las inmobiliarias). Hacer 25.000 viviendas nuevas de un golpe no es que sea malo por definición. Pero lo que vas a diseñar no es vivienda social sino ciudades. Incluso si se tratara de conjuntos de 250 viviendas distribuidas en distintos barrios, lo que requeriría este proyecto es imaginación: usar los mejores talentos disponibles para mostrar a la sociedad las arquitecturas sobre las cuales se podría fundamentar la vivienda futura en Colombia. Lo que realmente sería revolucionario es hacer de este ambicioso proyecto un caso ejemplar de experimentación arquitectónica sobre los modos de vida que necesita nuestro país. Y existen casos en otros países que podrían servir de antecedentes: PREVI en Lima (Proyecto Experimental de Vivienda que promovieron el gobierno peruano y Naciones Unidas), EUROPAN (investigación en materia de hábitat y de urbanismo europeo), ELEMENTAL en Chile (su fortaleza es la innovación y calidad en el diseño de viviendas de interés público), PLUS en Francia (reciclaje de bloques de apartamentos periféricos). No hay ningún motivo razonable para que la vivienda social que promueve el estado y las inmobiliarias no sea de altísima calidad arquitectónica. Para que se constituya en herramienta de transformación del país. Para que deseemos vivir en ella,  cerca de ella, o visitarla tal como ocurre con nuestros colegios de calidad, bibliotecas y jardines infantiles. 

La mejor estrategia para promover estos conjuntos de vivienda social sigue siendo la del concurso público de ideas arquitectónicas, proceso socio-cultural que valida la labor profesional sobre la comparación y elección de atributos arquitectónicos. Propongo cimentarlos así. El asunto es de una decisión política pertinente que todos los arquitectos deberíamos exigir.