Notas sobre el urbanismo a distancia de la Franja de Gaza - Miguel Mesa del Castillo Clavel y José Pérez de Lama Halcón

La brutal ofensiva militar sobre la Franja de Gaza, consumada por el ejército de Israel (IDF) durante los meses de julio y agosto del verano pasado, ha puesto de nuevo sobre la mesa muchos asuntos que relacionan gestión territorial y geopolítica. Como ha podido verificarse, Gaza no es un territorio soberano, sino un espacio confinado sometido a una reorganización laboratorizada de su sintaxis urbana desde fuera. Un proceso urbanizador que se diferencia y se aproxima al mismo tiempo al que se está practicando en Cisjordania.

Con más de 3.500 habitantes por kilómetro cuadrado, la Franja de Gaza es uno de los espacios más densamente poblados del planeta1. Un millón y medio de personas entre refugiados (procedentes mayoritariamente de los desplazados por la ocupación de 1948 y sus descendientes) y habitantes de los núcleos urbanos viven confinados en un rectángulo de aproximadamente 35 x 12 km. Desde 1967, tras la Guerra de los Seis Días, Gaza es un territorio blindado y desconectado del resto de Palestina y del mundo; un enclave sometido a un bloqueo terrestre, marítimo y aéreo que se ha hecho casi total desde la Segunda Intifada (2000–2005) y que como consecuencia de las reiteradas ofensivas del ejército israelí, ha sufrido una intensa y violenta fractura territorial y social.

 Desde 1967, los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania están, en la práctica, bajo la ocupación de las fuerzas armadas de Israel2. A partir de dicha fecha, la población Palestina ha experimentado el sometimiento a un violentoestado de excepción, en palabras de Giorgio Agamben3,que incluye expropiaciones de tierra, construcción de viviendas, explotación de recursos, desplazamientos de población, demoliciones, quema de cultivos, tala de árboles4, humillaciones y asesinatos en un proceso de colonización5 que continúa en pleno desarrollo. Actualmente unos 700.000 colonos israelíes residen en los numerosos asentamientos distribuidos por todo el territorio ocupado en Jerusalén este y Cisjordania, cifra que se incrementa cada año.6

Pero mientras que la ocupación del West Bank se realiza mediante instrumentos de control localizados en el territorio, como vallados, checkpoints o asentamientos ilegales7la Franja de Gaza puede considerarse un experimento de ocupación desde el exterior, un banco de pruebas de tecnologías militares, infraestructuras de vigilancia y estrategias de control a distancia para futuros procesos análogos de segregación y confinamiento en el resto de Palestina. La estrategia consistiría en hostigar a la población palestina para desplazarla hacia zonas muy densificadas y controladas físicamente por infraestructuras, puestos de control fijos, cámaras de vigilancia, zanjas, etcétera, y realizar un trabajo deurbanismo inverso, de manera que Cisjordania pueda territorialmente ser diseñada como un conjunto de múltiples Gazas.

Las tecnologías urbicidas de las IDF, ajustadas y ensayadas en Gaza, suponen por lo tanto un elemento primordial para redibujar el mapa de Palestina como un conjunto de “archipiélagos y enclaves”, tal y como explica el arquitecto Alessandro Petti, confinando primero los centros habitados por palestinos y ejerciendo una presión agresiva en las áreas rurales para obligar al desalojo y la emigración hacia las poblaciones mayores.8

Los tres dispositivos fundamentales presentes en la Franja: elementos de reclusión, zonas buffer y tecnologías para el control del espacio aéreo, permitirían ecualizar la relación entre control y responsabilidad, conveniente establecer, dentro de unos límites aceptables de violencia, para adquirir legitimidad sobre la administración de otros fragmentos de territorio en Cisjordania, Galilea y el desierto del Néguev. De este modo, la estrategia de Israel consistiría en lograr la máxima coacción territorial asumiendo la mínima responsabilidad, especialmente en lo que respecta a los organismos internacionales.



1 Esta afirmación ha sido muy discutida, en particular por muchos escépticos que suelen tomar como superficie la totalidad de la Franja y no la mitad de la misma, que es donde se concentra la población. En todo caso se trata de densidades altísimas. El campo de refugiados de Jabalya, por ejemplo, tiene una tasa de 74.000 habitantes por km2, mientras que el distrito metropolitano Manhattan (EEUU) cuenta con 25.000.

2 Poco después de la construcción de la barrera en el West Bank, en el verano de 2005, Ariel Sharon ordenó al ejército retirarse y desmantelar los 21 asentamientos de colonos israelíes presentes entonces en la Franja de Gaza, disposiciones que se completaron el 12 de septiembre de 2005. Solo nueve meses más tarde Avi Kochavi, el general al mando de la división de Gaza del ejército y último Israelí en abandonar la Franja, ordenó a sus tropas de nuevo la entrada en el territorio palestino ‘liberado’.

A partir de entonces las hostilidades han sido una constante para la vida de los gazatíes, especialmente a partir de la victoria electoral de Hamás en la Franja, en enero de 2006. Israel justifica sus ofensivas como una reacción de legítima defensa y para garantizar la seguridad de su territorio frente al lanzamiento de cohetes de Hamás y la construcción de túneles llevada a cabo por las Brigadas Ezzedin Al Qasam. Sin embargo la enorme diferencia de potencial ofensivo y la desproporción entre la supuesta agresión y la respuesta del ejército de Israel ponen en duda estos argumentos, aunque el alcance de los cohetes haya ido en aumento a medida que se perfeccionaban el diseño y la fabricación de los mismos, en los últimos ataques han llegado a impactar en el sur de Tel-Aviv e incluso han obligado a cerrar el aeropuerto de Ben Gurión en varias ocasiones. Se trata en todo caso de armamento muy precario que en ocasiones se ha confundido con el lanzamiento de misiles, un arma que Hamás no posee hasta el momento.

Desde enero de 2008 la Franja de Gaza es objeto de un férreo bloqueo por parte de Israel que impide el acceso de suministros de todo tipo: materiales de construcción, medicinas, alimentos, piezas mecánicas, combustible, herramientas, etcétera, además se ha reducido considerablemente el área de pesca y el acceso a muchas tierras de cultivo.

3 El campo, explica Agamben, “es el espacio que se abre cuando el estado de excepción comienza a devenir la regla”. Y es así que esta forma específica de ordenación espacial, justificada para afrontar una situación excepcional, se convierte en permanente. En cuanto a los recluidos en el campo, excluidos del orden jurídico, se les reduce a pura organicidad, una vida sin derechos y sin ciudadanía, en la que ha sido la forma más paradigmática de biopoder en el sentido de que enel campo no solamente se ejerce el derecho de muerte (como ocurría en las sociedades de soberanía), sino que se regula la vida. Cabe preguntarse cuáles han sido los meandros teóricos de las disciplinas del derecho que han hecho posible que un ser humano pueda ser sometido a tanta degradación sin que la ley internacional determine que se está cometiendo un delito. Véase: Giorgio Agamben, Stato di eccezione: Homo sacer, 2., 1 (Torino: Bollati Boringhieri, 2003).

4 Todavía hoy se continúa arrancando los árboles y destruyendo las cosechas. En Cisjordania es muy habitual que los agricultores tengan que pasar de un lado a otro del muro, con muchísimas dificultades en los pasos fronterizos, para ir a cuidar de sus tierras.

5 “No es ocupación, es colonización” en: «Nur Masalha “The Conspiracy of Silence” - Noticias y Política Video», s. f., http://www.dailymotion.com/video/xb0947_nur-masalha-the-conspiracy-of-silen_news#from=embediframe.

6 Véase: http://www.btselem.org/ accedido 1 de octubre de 2014

7 Alessandro Petti ha explicado cómo se realizan las expropiaciones en Cisjordania. Y de qué modo la legalidad israelí favorece la política de construcción de asentamientos frente a los derechos de propiedad históricos. Véase: Alessandro Petti, Arcipelaghi E Enclave: Architettura Dell’ordinamento Spaziale Contemporaneo (Milano: B. Mondadori, 2007).

8 Ibid.  A este respecto véase, por ejemplo el caso de Qalqilya, en la llamada ‘Seam Zone’ de Cisjordania.