La ciudad de los indignados

¿Quiénes diseñarán la ciudad del futuro? Si miramos desde el aire la Bogotá actual de los escándalos podríamos decir que son los alcaldes con sus mega obras, metro, autopistas urbanas, puentes y vías, quienes lo harán, quienes lo seguirán haciendo, bien o mal. El fracaso reciente de la planeación de Bogotá en lo que se refiere a obras públicas demuestra como esta actividad, en conjunto con inversionistas, especuladores inmobiliarios, etc. puede afectar a una ciudad. La planeación de nuestros dirigentes, buena o mala, ejecutada o no, parece ser el principal motor de fabricación de los espacios y escenarios de la ciudad.

Sin embargo, la Bogotá que tendremos en treinta años, también va a ir siendo diseñada y construida por cualquiera: por un desplazado, un economista, un abogado, un vendedor, un periodista, un músico, un arquitecto, un skater. Y en fin, por cualquier sujeto al que se le encargue o se autoencargue una tarea, actividad u oficio en la ciudad. Cada uno pondrá su grano de arena incluso si decide callar. Cambiarse de barrio, comprar lotes aquí o allá, poner de moda una zona, rechazar una infraestructura o abandonarla, movilizarse una hora para ir al trabajo, usar intensamente un parque o decidir destruir un símbolo ciudadano. Las ciudades adquieren la forma de nuestros hábitos, sean estos ordinarios o extraordinarios.

La Bogotá del futuro también la van a crear y a decidir los usuarios, aunque no se pongan de acuerdo o carezcan de un proyecto que los reúna. Y serán ellos quienes mayoritariamente tomen decisiones concientes o inconcientes que modificarán paulatinamente el tejido urbano (Es un asunto numérico, son mucho menos los  urbanistas que los usuarios y mientras Bogotá planea y construye un puente, nacen al mismo tiempo dos o tres asentamientos periféricos informales. En países como el nuestro donde el desplazamiento forzado y el abandono del campo es tan numeroso la autoorganización pesa más que la planeación en las ciudades).

Así que los usuarios, sus hábitos y actividades, y cada vez más las fuerzas de la naturaleza, por ejemplo las lluvias constantes que inundan la sabana, pondrán su parte en la forma y vitalidad de la Bogotá futura. No es solo el buen o mal planeamiento el que nos hará permanecer o abandonar, cuidar u olvidar una ciudad. Porque ella además de ser un conjunto de planes y obras, también es lo que circula en los andenes, un conjunto de prácticas indescifrables. Y en ambos niveles, en el del planeamiento y en el del uso, existen responsabilidades. Problemas como el de la calle 26 parece que siempre existirán en Colombia, así que la pregunta que tenemos que hacernos es qué tipo de usuarios somos los indignados de Bogotá. Si nos parecemos a los indignados españoles es porque ya estamos construyendo esa otra ciudad que queremos y que en Madrid ya se empieza a visualizar.