En tierra de nadie o cuando se es nadie en la tierra - Sebastián Mejía y Edgar Mazo

Hoy se trata, quizás, de un viaje al interior; pretendiendo develar algunas de aquellas obsesiones que se convierten en motivo de otras, que se desdibujan en dibujos, dejando marcas casi indescifrables de anécdotas, huellas y rasgos personales e íntimos.

Aquella tarde Luis Mansilla había hablado 45 minutos sobre MUSAAC sin hablar de MUSAAC, había hablado con precisión de todo aquello que los había acercado al proyecto (a él y a Emilio Tuñón) y en medio de palabras certeras, de un refinado método de aproximación al proyecto. En el ambiente quedaba cierta sensación, cierto gusto, por una incertidumbre; era como si en el fondo del asunto él no supiera de qué se trataba todo. Fue ese día cuando entendí que la certeza es inalcanzable, pero más aún, indeseable, y en cambio empecé a desarrollar cierto afecto por ese campo inestable de lo incierto. El quehacer visto desde la incertidumbre empezó a volverse anécdota, narración de narraciones, la palabra se volvió motivo de arquitectura y empecé a dedicar el tiempo y los dibujos a tratar de aprehender las ideas de otros, para que no se tratara de mi deseo de habitar, para que se tratara del deseo del otro, aquel que no distingue los códigos del espacio y que en un torpe esfuerzo por acercársele dibuja sobre cuadrículas plantas de casas que reproducen una imagen estática de lo que fuere alguna casa, que vio alguna vez: torpe pero sublime acto que devela sus deseos. Entonces, el hombre dibuja su casa, dibuja el recuerdo de algo que no recuerda, ingenuo trata de solidificar en forma el recuerdo de sí mismo deambulando por otro espacio, y es ahí cuando las ideas se hacen porosas y el espacio no es de nadie, siempre del otro.

Así pues, me voy distanciando cada vez más de lo que sé hacer para adentrarme en diálogos que todavía no consigo descifrar y la arquitectura que pretendo hacer es solo un receptáculo para las ideas de los otros, para el saber de los otros, para el capricho o la urgencia de quien desea o necesita una casa; para el saber de un ingeniero, la tradición oral de un pueblo o los silenciosos laberintos de los proyectos públicos. Voz-eco, acción-reacción, sujeto-espejo; se trata de la historia de una arquitectura esquiva, la del otro o quizás la del que no existe. Y me pregunto por esa superficie que refleja el sonido, la luz, que conforma el agua y direcciona el viento, por esa membrana delgada que es lo que podemos construir; lo demás, es azar, es incertidumbre.

Es un viaje desde la comodidad estática de la certeza hasta la incomoda y dinámica angustia de la incertidumbre.