De muros y monolitos - Juan Carlos Aristizabal

La habitación tiene la blancura de un hospital, una decoración clásica y lujosa, de colores ocre, verde oliva claro y oscuro, una cama doble centrada en uno de sus costados, dos sillas a cada lado y otras en el perímetro, acompañadas por mesas de color muy claro. La habitación está iluminada desde el piso como un bloque de luz que se desprende del vidrio translúcido, el techo blanco a una altura contrasta con un monolito negro rectangular ubicado en el centro de la habitación, evocando la presencia de un símbolo abstracto. En esta escena de la película ‘2001: Una odisea en el espacio’, de Stanley Kubrick, el director usa un monolito como vehículo narrativo para dar el próximo paso en el desarrollo humano, como abstracción de lo racional; puede ser el fragmento de un muro, lo abstrae y lo convierte en símbolo, una forma pura que contiene la esencia y evolución del razonamiento humano.

De la misma forma en que Stanley Kubrick usa el monolito, podemos usar el muro como elemento que narra la evolución del hombre en la tierra, desde las antiguas cavernas de piedra, hasta el dry-wall que usamos hoy para definir nuestros límites físicos. El muro ha hecho parte de la historia del hombre. Vienen a la memoria los muros de los antiguos edificios romanos, las catedrales medievales y la arquitectura neoclásica. También los muros de Mies, como una presencia abstracta, similar al monolito que usa el mismo Kubrick, presencias suspendidas esperando ser programadas/interpretadas por el ser humano.

El territorio, de la misma manera, ha sido testigo de su vasta presencia. El muro como elemento abstracto y como símbolo, se manifiesta hoy de muchas maneras. Paradójicamente, mientras Kubrick en su película usaba la abstracción del muro para anunciar el próximo paso del desarrollo humano, hoy lo usamos para demostrar nuestra involución como especie, como la delimitación de nuestras diferencias sociales, ideológicas y religiosas.

Desde la Muralla China (que en inglés se llama The Great Wall, en su traducción, El Gran Muro), hasta el muro de Ceuta y Melilla, el hombre a delimitado el espacio que hace suyo y de su comunidad, temeroso de su vecino, de su misma especie. El muro de Israel y Palestina dividiendo dos enemigos históricos que se enfrentan por el territorio y en el que la religión les sirve como combustible para acentuar sus diferencias. El muro que divide la frontera estadounidense con la mexicana, que manifiesta las diferencias socioeconómicas de dos hemisferios de la misma forma que lo hace el de Ceuta y Melilla. O el antiguo muro de Berlín, que dividía dos ideologías políticas en un mismo continente. De esta manera, después de milenios seguimos construyendo nuestras diferencias internas en el mundo material.

El sol inicia su ascenso sobre la llanura mientras un grupo de simios duerme, uno de ellos es despertado por la luz, comienza a mirar el horizonte de manera curiosa, después de unos segundos hace ruidos de excitación y levanta a su grupo de amigos, comienzan a brincar y gritar desesperadamente, todos se dirigen con el mismo ánimo hacia un monolito de forma rectangular, negro y alto que se apoya sobre una zona rocosa, lo tocan con desconfianza primero, luego lo acarician como a una presencia divina. La primera aparición del monolito en la película de Kubrick refleja el mundo abstracto y racional al que se encamina el hombre, y como a partir de allí las herramientas que descubre e inventa son usadas para la construcción y destrucción de su especie. Una evolución que se bifurca y choca con sí misma, donde muchas veces su choque ocurre en un muro.