Sengû del Santuario de Ise: el primitivismo, la autoridad y otra monumentalidad - Yoshihiko Ito

En otoño de 1993 un conjunto de edificios sagrados, ubicados en la región central de Japón –no muy lejos de Kioto, la antigua capital– fue reconstruido 20 años después de haber sido reconstruido.

Sin embargo, no se puede afirmar que 1993 haya sido un año especial para la arquitectura japonesa, a pesar de que Fumihiko Maki obtuviera el premio Pritzker, y de que Tadao Ando, Kazuyo Sejima y Toyo Ito, entre otros, iban ganando el prestigio internacional que les otorgaría el mismo galardón en años posteriores. Si nos remontamos a 1973, la arquitectura japonesa vivía todavía de la llama del Movimiento Metabolista; tiempos en los que la presencia del mismísimo Kenzo Tange era poderosa, y otros arquitectos como Kurokawa, Kikutake o Isozaki estaban en su plenitud. Entre 1973 y 1993 la arquitectura japonesa pasó de ser una sorpresa, a convertirse en referencia obligada para los arquitectos del mundo.

Mientras tanto, el mencionado conjunto arquitectónico sagrado no cambió prácticamente nada; mejor dicho: absolutamente nada. A pesar de la reconstrucción, el conjunto de 1973 y el de 1993 fueron idénticos. De hecho, el santuario del 73 fue idéntico al del 53 y al del 33, al de 1913, y así sucesivamente. En 2013 se espera la sexagésima segunda reconstrucción que sustituirá completamente el conjunto de 1993, por lo menos materialmente. Se trata de la Shikinen Sengû (reconstrucción periódica) del Ise Jingû (Santuario de Ise), uno de los más antiguos y más admirados santuarios shintoistas. Esta tradición de reconstrucción periódica ha durado nada menos que 1200 años, desde el siglo VII hasta hoy día, con una importante suspensión durante la época de guerras civiles (siglos XV-XVI).

Nacimiento y renacimientos del Santuario de Ise

Este santuario lo constituyen dos grandes complejos: Naikû (complejo interior) y Gekû (complejo exterior), con sus respectivos territorios y sub-santuarios. El Naikû está dedicado a la Amaterasu (Diosa Solar) y el Gekû es de otra diosa, Toyouke, que prepara la comida para la gran Amaterasu. En el corazón de ambos complejos se esconde el santuario principal cercado y, justo al lado, otro recinto vacío de superficie idéntica. En otoño del 2013, mientras que el conjunto anterior del este estará esperando su demolición, empezará la nueva construcción en el recinto occidental, con materiales preparados ex novo pero idénticos y con igualmente idéntico método constructivo: columnas gruesas de ciprés japonés hincadas directamente en el suelo sin cimientos, suelos de madera elevados, techos de línea recta a dos aguas cubiertos de paja, ornamentación especial encima de la cumbrera, etcétera. Así se ideó en la primera reconstrucción del año 690 y, desde entonces, salvo mínimas invasiones estilísticas de la arquitectura budista, así como posibles refinamientos de materiales, se han mantenido casi todos los aspectos primitivos hasta hoy.

Reforma que no reforma, reforma que reafirma

En la actualidad el santuario de Ise se reconoce como una gran arquitectura, no solo dentro de Japón sino en el mundo. No fue siempre así. El primer reconocimiento artístico no provino de los japoneses sino del arquitecto alemán en exilio Bruno Taut1. Taut llegó a Japón en 1933 (por tanto, vio el Santuario recién reinaugurado) y hasta su salida hacia Turquía en 1936 se había convertido en el catalizador más influyente entre las arquitecturas japonesa y occidental por su descubrimiento de la Villa Katsura y del Santuario de Ise. Taut, con su típica actitud como portavoz del movimiento moderno, comparó Ise con el Partenón y alabó su sinceridad estructural y la belleza racional. Hasta entonces los historiadores del arte y la arquitectura japoneses se quedaban perplejos por la sencillez y corta vida material de su arquitectura.

Si se observa con detenimiento, sin embargo, el conjunto arquitectónico y paisajístico de Ise no se puede considerar como una simple choza primitiva-monumental dentro de un bosque animista, tampoco es correcto señalarlo de ser arquitectura racional en esencia, como muchas veces se ha querido ver. Algunos estudiosos ya han señalado en el santuario la influencia budista y la intención ideológica de la corte imperial de finales del siglo VII, aspectos que se revelan en algunos detalles constructivos, en la distribución simétrica del recinto principal o en su orientación norte-sur.

La primera reedificación documentada de Ise es contemporánea a la construcción de Hôryûji, el importantísimo templo budista que expresa una marcada influencia china. El aspecto primitivo y ancestral de Ise, que se parece a un hórreo elevado de pueblos prehistóricos, deriva de una cuidadosa segregación de la tecnología más avanzada de la arquitectura budista china.

Si bien el santuario de Ise del siglo VII fue un acto de afirmación del poder ancestral de la familia imperial frente a la nueva y ostentosa cultura china representada por el budismo, los Ise(s) de las décadas posteriores serían la reafirmación de ese poder. Unos siglos más tarde, sin embargo, esa expresión del poder imperial había dejado de funcionar como herramienta política. Desde la enésima vez, Sengû se convierte en algo que podríamos llamar tautología arquitectónica. Se reforma para poder reformarse. Lo que fue en principio arquitectura hiper-primitiva se esconde poco a poco en su bosque protector, y únicamente se recuerda por su acto de reconstrucción. Así, mientras que su conservadurismo llega a tal extremo que estas reformas continuas apenas han reformado su esencia, Saigyô, un gran poeta del siglo XII, recitaba: “En Ise no se sabe qué divinidad existe pero lo que fuere nos hace llorar”.

1 Taut, Bruno, Fundamentals of Japanese Architecture, Tokyo, 1936.