Sin número serial - Rodrigo Toledo

Línea de ensamble

Cada pieza separada, proveniente de distintos lugares. Se dispone una secuencia de pequeñas acciones estrictamente controladas en el tiempo —cortes, troquelados, acoples, vaciados—. De manera lineal, la materia prima se convierte en producto. Todo igual, del mismo tamaño. El control de calidad se encarga de eliminar los productos defectuosos y diferentes, que se encuentran por fuera de un rango permitido. No hay lugar para lo específico, solo tiene cabida lo estándar. El mundo industrializado se produce en masa; en grandes cantidades de lo mismo. Como en un truco ilusionista, el trabajador humano desaparece, se vuelve invisible. El valor del producto nada tiene que ver con quien lo hace; se remite más bien a su condición utilitaria mediada por una plataforma publicitaria que lo hace deseable. Objetos neutros e impersonales que se cargan de subjetividad al ser usados, al desgastarse.

Receta de cocina

Se tiene un pequeño paso a paso que sirve de guía. Los ingredientes se cortan, se aliñan, se muelen y se mezclan entre sí. Cada acción tiene su momento, la receta indica cuándo y cómo hacer cada cosa; pero por alguna extraña razón el platillo nunca queda igual; hay algo que hace que el resultado sea diferente a lo previsto. Hay algo que se filtra entre paso y paso de la receta, algo que la hace permeable al error, al capricho y a la subjetividad. Aquí lo más importante es la mano de quien cocina. Lo que nos gusta del estofado de la abuela es precisamente la manera en la que ella lo hace. El valor de lo que comemos está relacionado con nuestros afectos. Comemos con el corazón.

________________________________________________________________________________

Extrañamente, hemos llamado progreso a la transición desde lo artesanal hacia lo automatizado, priorizando así lo práctico y lo eficiente por encima de lo cercano a los tiempos humanos. Pareciera ser que la producción industrial trae consigo una concepción de la vida en la que la homogeneidad es un atributo deseable; en la que se nos dice que somos únicos siempre y cuando todos queramos lo mismo. El mismo Iphone, el mismo traje, el mismo automóvil. El mundo mecánico produce una división económica en la cual unos pocos son productores y la gran mayoría somos consumidores.

Lo artesanal en cambio pertenece a otra esfera, hace parte de tradiciones familiares, de la enseñanza de un oficio. Sus tiempos no pueden ser medidos en función de la eficacia o la rentabilidad. Corresponde a un mundo a pequeña escala, de impacto local y no global. Para los ritmos de consumo actuales esta manera de producción resulta obsoleta. Sin embargo, existe hoy un renovado entusiasmo por las cosas hechas artesanalmente; con cierta nostalgia le damos valor a objetos hechos a mano, sin números seriales y producidos a la medida. A veces quisiéramos volver a como era antes…pero ya no hay vuelta atrás.

Don Tapscott y Anthony D. Williams, en su libro Wikinomics: How Mass Collaboration Changes Everything, plantean un cambio de paradigma de las dinámicas comerciales; hablan de un sistema económico y de producción en el que, en lugar de existir productores y consumidores, existe lo que ellos llaman ‘prosumidores’. Un estado mestizo entre producción y consumo en el cual las personas tienen las herramientas tecnológicas para hackear, mejorar y combinar objetos producidos industrialmente. Más que una simple customización, se trata de un cambio en la escala de producción en la que la cultura open source (código abierto) permite democratizar la capacidad de hacer objetos. La colaboración y el intercambio implícitos en esta manera de producir se hacen relevantes cuando se sugiere una economía en red y no lineal, un mundo que puede producirse en masa pero no necesariamente en serie y cuando se vislumbra una producción y un consumo a escala local. La idea de un prosumidor hace pensar en un mundo des-estandarizado, abierto a la diferencia y la especificidad. Hace pensar, sin nostalgia, en la línea de ensamble y la receta de cocina en simultáneo.