Acosar la realidad - Miguel Mesa

Cuando me imagino a los arquitectos en frente de las pantallas, absorbiendo o produciendo las imágenes y la información que ofrecen los GIS, se me viene a la cabeza esta escena: veo a los vigilantes o porteros del edificio en el cuartito ese famoso sobre el que insiste tanto el cine, esa habitación, casi siempre oculta, donde reposan las pantallas de televisor que se encuentran conectadas a las cámaras de vigilancia. No sé cuántas veces he visto esa escena, pero recuerdo que lo más curioso o gracioso de ella es que usualmente los vigilantes duermen cómoda o incómodamente en sus sillas, con los pies arriba de las mesas, mientras toda la acción ocurre sin que se percaten de ella.

El proceso es interesante porque aunque tienen en frente de sus narices la supuesta realidad del edificio que deben cuidar, o al menos sus ángulos más críticos, ella, la realidad, se rehúsa a quedar grabada en las pantallas. ¿Cuántas veces ocurre que las cámaras de la sede bancaria o de la autopista no dan cuenta de lo ocurrido? –es que cuando no estamos adormilados o distraídos para captarla, la escena interesante no ocurre en el ángulo que debiera, la acción no posa para la cámara sino que se oculta de ella, o sale solo en fragmentos que van a requerir un trabajo complementario de campo, de pesquisa e interpretación–.

Yo estoy por pensar que la realidad, así como proponía algún filósofo sobre la naturaleza1, es todo eso que escapa a nuestro control, es lo que sobra a la captura fotomecánica, magnética o digital, lo que no cabe en el registro o lo que constituye su desecho. Creo que los GIS, que al menos en parte son un sofisticado circuito de seguridad cerrada, son importantes porque nos muestran cómo a la realidad, a lo que está vivo, le gusta escaparse de nuestras manos, de nuestros sistemas de descripción de la vida en la tierra. Y no es que nos falte precisión en el aparato.

Incluso cuando la cámara o el satélite registran fielmente los sucesos y nos entregan instantáneas o mapas de ellos, solemos encontrarnos ante encrucijadas interpretativas y con versiones que explican los hechos desde ángulos distantes. Cada entidad implicada en una foto, en un video o en un mapa, si se lo preguntamos, va a contarnos una historia que no es precisamente la que hemos registrado. Y ese conjunto de historias es lo que puede llegar a constituir una coyuntura, es decir, el único material cierto –por nutritivo, jugoso, irregular, dudoso– con el que los arquitectos deberíamos trabajar. Me parece que los escritores, con la novela, lo han entendido bien. Levantar la realidad no es un juego simple.

Creo que los profesionales más sensibles a este mundo son los que al trabajar con los GIS están atentos de manera prioritaria a aquello que ellos no pueden atrapar. ¿Qué es lo que sobra a los GIS, qué es lo que no captan, qué es lo que desechan?

¿Estamos preparados para la acción del mismo modo que para la imagenología? Que no nos pase lo de William Baldwin en Acosada (Sliver en su título original). Una película en la cual el dominio del circuito cerrado permite a un desquiciado ajusticiar la realidad sin que medie proceso alguno. Ver más agudo no significa una mirada más compleja, porque la mirada no depende del dibujo o del mapa sino de quien mira.


1 DUQUE, Félix. Filosofía de la técnica de la naturaleza. Editorial Tecnos. Madrid, 1986.