Fábricas y el resto de la ciudad en la frontera industrializada - Gabriel Díaz Montemayor

En la sombra económica proyectada desde Estados Unidos sobre México se encuentran numerosos efectos urbanos producto de esta relación asimétrica. Con el paso del tiempo, el norte de México se ha ocupado en actividades económicas de índole global, no únicamente relacionadas con los EEUU, pero sin duda determinadas por la proximidad geográfica con la potencia mundial. En las últimas décadas hay un fenómeno urbano de especial interés, que manifiesta en el medio físico dicha relación desigual que presenta intereses distintos: unos atendidos y otros desatendidos.

Pensemos en los parques industriales para las ‘maquiladoras’ (como se conocen localmente) del norte de México. Estas fábricas toman ventaja de la proximidad geográfica de México con Estados Unidos proporcionando, sobretodo, de mano de obra barata. Las compañías se instalan en ciudades y estados que otorgan facilidades varias, como exenciones de impuestos, tangibles e intangibles. Los gobiernos locales buscan a estas industrias pues proveen de empleo a la población, si bien esta sea condenada a sueldos de miseria. La ubicación de las ‘maquilas’ (también así se conocen) se planea por fraccionadores locales que usan a las fábricas como anzuelo para atraer otros usos de suelo urbanos a territorios frecuentemente periféricos.Entre dichos usos de suelo se encuentra la vivienda de interés social además de amplios espacios especulativos dispersos con actividades agrícolas y vivienda semi-rural. El resultado es un fraccionamiento industrial donde la infraestructura mínima es construida, donde nada más es incorporado a la infraestructura de la ciudad a excepción de camellones ajardinados, alguna banqueta, y, en ocasiones, espacios deportivos para los obreros. Estas grandes y ciegas naves se conectan a la ciudad por calles diseñadas para cumplir con el requerimiento industrial. Finas líneas que evitan cualquier otra función, cancelando otros posibles y necesarios roles. Herméticos, aparentemente pesados, pero en realidad ligeros y golondrinos, se han sustraído de hacer cualquier otra cosa.

La evidencia apunta a la ‘geopolítica’ y sus intereses, pero ¿dónde está la política local y sus supuestos intereses? La evidencia acusa a un desinterés, o incapacidad, para convertir las oportunidades de inversión económica en inversiones sociales más plenas. ¿Qué sería de todas esas infraestructuras de transporte, que ligan a las cosas, si con un poco más hicieran mucho más? Sistemas de movilidad alternativa, vinculaciones entre trabajo/vivienda o vivienda/vivienda, sistemas de manejo de agua pluvial para regeneración del paisaje, producción de espacios públicos, entre otros. Todos ellos serían mínimas inversiones adicionales apoyadas en las infraestructuras del capital, ¿por qué no las hacemos?