Del Jardín del Edén al Creciente Fértil - Rodrigo Toledo

En Armas, gérmenes y acero; el conocido libro escrito por el biólogo Jared Diamond, se pone en duda la aparente ‘superioridad’ cultural de Europa Occidental con respecto a los supuestamente ‘primitivos’ pueblos conquistados por esta —el resto del mundo—. Diamond hace un rápido y entrecortado recorrido por los últimos trece mil años de historia humana, concentrándose en desdibujar la idea asociada a que el dominio de ingleses, españoles, holandeses y franceses sobre los pueblos de Asia, África, Oceanía y América se debe a algún tipo de supremacía intelectual inherente a la raza. En cambio, explica cómo la topografía, el clima y la configuración de la extensión terrestre —continua y horizontal— del continente euroasiático, fueron condiciones propicias para la aparición temprana de la agricultura y el desarrollo social, tecnológico y militar que viene cuando esta surge. Hace trece mil años una pequeña porción del planeta a la que llamamos el Creciente Fértil fue la incubadora del mundo en que vivimos hoy… y le dio, por azar, una ventaja de partida a unos grupos humanos sobre otros.

Aún hoy, cuando vemos un mapa del globo terrestre con una franja horizontal que lo atraviesa señalando los trópicos de Cáncer y Capricornio, pensamos que los que habitamos esta franja estamos, de alguna manera, en desventaja con respecto a la mayoría de los que están por encima o por debajo de ella. Esta franja no es solo una demarcación de un rango de latitud determinado. Un mapa que en lugar de marcar los límites geopolíticos dibuje las indumentarias, la comida, las lenguas y las arquitecturas de los pueblos del trópico, arrojaría una infografía llena de repeticiones y similitudes. Daría cuenta de una cierta homogeneidad en la que, a pesar de las evidentes diferencias culturales y étnicas, las sociedades que viven en el trópico habitan el mundo. La noción de este mundo tropical como un cinturón que recorre la línea ecuatorial se antepone e interfiere con la idea de un planeta dividido entre oriente y occidente… en lugar de marcar las diferencias, propicia entender las cosas en las que nos parecemos.

La potencia del trópico está precisamente en esto; en entender esa horizontalidad exuberante como un campo de acción a escala planetaria en el que se puede construir y reinventar una manera de coexistir en contraposición a la que hemos heredado de los países ‘más civilizados’. Pensar que lo que nos es propio en Colombia existe también en Malasia requiere trascender el estereotipo reduccionista de las agencias de viajes sobre un tropical jardín del edén; perfecto para las vacaciones de banqueros suizos y los días de jubilación de ancianos norteamericanos entre bebidas coloridas y mujeres bellas. El trópico es más que esto.

Creo que ser un arquitecto tropical implica perseguir estas similitudes, trabajar con lo que tenemos a la mano y buscar un intercambio de nuestros saberes genuinos. Lo ‘primitivo’, lo mixto, lo local y lo permeado por lo vernáculo aparecen hoy como posibles respuestas a un mundo en crisis en el que las arquitecturas ostentosas, hipertecnificadas y costosas son cada vez más inviables. El trópico tiene lo que hace miles de años tenía el Creciente Fértil euroasiático: una posible ventaja en función de lo que tenemos en común.