Reformas - Jesús Vassallo

Al leer y releer la convocatoria de esta edición de Píldoras de Arquitectura, intentando esclarecer qué es lo que yo podría aportar, me interesó sobre todo la doble acepción con la que se presentaba el término ‘reforma’, que da título a este número. Por un lado, para el público general ‘reforma’ alude a un cambio profundo en la organización de la sociedad y las ideas que la sustentan. Por otro lado, para los arquitectos, las ‘reformas’ son los encargos más modestos que recibimos, una especie de género menor, una arquitectura construida de realismo e intimidad. Esta doble vertiente, aparentemente contradictoria, ha llegado a obsesionarme hasta el punto en que leo en las dos acepciones del término una sola idea.

Nuestra sociedad afronta en este momento la necesidad de una profunda ‘reforma’; al menos esa es la percepción que tenemos desde España, mi país de origen. La ceguera de nuestros dirigentes y la insoslayable falta de solidaridad y responsabilidad de la que todos somos partícipes han llevado nuestro modelo de producción y reparto de riqueza más allá de lo sostenible. Ante el quebranto económico y social que esto ha provocado –y la práctica desaparición de encargos– los arquitectos jóvenes han respondido con una nueva actitud que se me antoja inspirada en las ‘reformas’, acometiendo pequeños proyectos auto encargados y auto gestionados, interviniendo en lo ya construido, agrupándose en colectivos y haciendo bandera de los materiales reciclados y la acción ciudadana.

Llevando esta lógica un paso más allá, podríamos entonces pensar que la gran ‘reforma’ que estamos esperando pudiera ser, en última instancia, una suma de muchas pequeñas ‘reformas’. La belleza de ese proceso dependería, en mi opinión, de evitar que dichas actuaciones se concibieran únicamente como operaciones enfocadas hacia el exterior, como una especie de bricolaje urbano o social agregativo. Si dichas acciones se concibieran, por el contrario, como enfocadas al interior, como una auténtica ‘reforma’ de cada uno de nosotros, podríamos tal vez recuperar un sentido de propósito común y capacidad de progreso. Necesitamos sin duda aprender a ver la belleza que existe a nuestro alrededor, a reconocer y reorganizar sus fragmentos con modestia. Necesitamos también mantenernos inquebrantables en nuestra ambición de crear un orden nuevo y mejor, para nosotros y para los que vengan después.