¿Indignados, Occupy, o la pérdida del confort? - Camilo Restrepo Ochoa

Si la figura espacial del confort individual es la burbuja, entonces la figura correspondiente para analizar el estado social de beneficio colectivo es la espuma. La burbuja ha reventado y la espuma está a la baja.

El confort es un sentimiento egoísta, es puro placer, a veces logrado con esfuerzo propio, en ocasiones simplemente heredado gracias a las demandas y logros realizados por generaciones anteriores. Así sea percibido como un estado de autonomía absoluta y satisfacción temporal e individual, es simultáneamente una construcción colectiva que, sin pensarlo, permite conectarse a otras burbujas similares. Cuando estas han ganado cierto tamaño o surge afinidad, se van adhiriendo natural o inconscientemente a otras, dando como resultado paradójico una 'masa' llena de aire que permite construir cohesión. El asunto es que cuando falla la estabilidad del ambiente, la espuma se deshace, pierde su adherencia y se desencapsulan las realidades hasta el momento atesoradas individualmente. De este modo los sujetos quedan expuestos a una realidad común, obligados a respirar el mismo aire. Así, quienes estaban previamente resguardados se vean forzados a compartir el mismo espacio, el mismo tiempo y a inmiscuirse en una realidad que solo aparecía en la televisión.

Después de la fiesta, ver desaparecer aquella membrana protectora, sea por razones borrosas, por procesos no atendidos, o incluso por permisividad colectiva; solo indica que en el escenario actual perder el confort supone ingresar por completo en la globalización y vivir bajo las mismas reglas de aquellos que nunca habían conocido burbuja o espuma alguna. No todos participábamos del mismo mundo, de la misma realidad. Y con esta ruptura, por primera vez desde la crisis del petróleo, se accede a un estado de percepción material, económico y social compartido. Nuevas demandas son necesarias a las disciplinas y la arquitectura es la primera de la fila. No es que suceda lo mismo y por las mismas razones en China que en España, en Grecia o Túnez, en Chile y en EEUU, pero sí, por primera vez estar o ser un 'indignado' es ser habitante del mismo mundo, del mismo tiempo; es ser, por un momento, latino, africano, asiático, norteamericano y europeo: todos ahora comparten la incertidumbre.

Repensar para reconstruir el confort bajo las condiciones actuales es una oportunidad única, ocasión para establecerlo de manera justa, abierta y ante todo, compartida. ¿Serán capaces los arquitectos de ponerse a tono en este nuevo orden, de promover la construcción de un nuevo tipo de cohesión social, cultural y pública, donde colectivos que nunca han estado cohesionados alcancen de modo grupal el estado de beneficio? La crisis es una oportunidad para que la arquitectura, como instrumento crítico y material, pueda consolidarse como disciplina intermediaria entre lo teórico y lo práctico, entre lo material y lo discursivo. Oportunidad para que evolucione hacia condiciones que incorporen sujetos y acciones interdisciplinares mucho más robustas que aquellas propuestas en la actualidad por los formalismos algorítmicos, las nostalgias sociales envasadas en falsas ilusiones de arquitectura de caridad, los tribunales morales que reclaman austeridad y control frente a la propia carencia de ideas, opciones y propuestas. ¿Será capaz la arquitectura de perfilarse como agencia multidisciplinar que diseña relaciones en el espacio independiente de la escala, presupuesto o localización? ¿Podrá valorar la hiper localidad, sin nostalgia o condescendencia, e insertarse globalmente como instrumento colectivo para construir nuevas relaciones de intercambio en el espacio urbano, rural, político, material?