Radicalidad y persistencia en la era de los arquitectos apolíticos - Antonio Yemail

Nací y crecí en un hogar abiertamente partidario de la ideología Marxista-Socialista. Temas como la lucha social entre el proletariado y la burguesía, el rechazo a cualquier forma de dominación, el Estado y los medios de producción, y la organización colectiva eran cuestiones de principio. Muy proclive, además, a las revoluciones políticas y la práctica de ideas de representatividad en organizaciones sociales como sindicatos y movimientos obreros.

Con el tiempo, comencé a reconstruir críticamente esos discursos para evaluar de qué forma me habían influenciado y qué vigencia tenían en estos días. Identifico que hay dos valores a través de los cuales se podría representar aquel marco de pensamiento en un país como Colombia: radicalidad y persistencia. Radicalidad como una convicción inquebrantable frente a la esperanza de una transformación política y social completa, que impide asumir posturas intermedias y que se mantiene escéptica frente a los avances de otras corrientes. Persistencia como la insistencia en unos valores determinados sin importar que estos se hayan devaluado o representen a una pequeña minoría. De acuerdo o no, la radicalidad y la persistencia son dos condiciones que demandan gran claridad en las ideas y un sólido discurso de fondo.

Llevadas a la arquitectura, creo que estas dos ideas calaron más profundo en toda una generación que creció en medio de este contexto de pensamiento, y que hoy en día, a la luz del malestar social que parece haberse generalizado en el mundo, han recobrado relevancia. Claro está que la comparación puede resultar una contradicción, sobre todo si se piensa que la arquitectura en su fundamentación teórica está especialmente expuesta a los discursos del capital. En todo momento el capitalismo borra identidades y subjetividades y ofrece otras de reposición. Desde que soy arquitecto, para no ir tan lejos, he sido testigo de la voracidad con que la arquitectura extrapola discusiones que son profundas para otras disciplinas hasta conseguir banalizarlas. Ideas como el activismo, la organización colectiva o tantas consignas que en la generación de mis padres se instrumentalizaron como medios de lucha y crítica al consumo, hoy son otra forma de marketing y resultan idealizadas desde el punto de vista estético.

Por supuesto que la época en la que esas ideas se gestaron no es la misma en la que ahora vivimos. Entonces no contaban con las tecnologías de comunicación con las que ahora contamos, y las grandes ideologías en las que se creía no habían terminado de mostrar su lado más nefasto.

La afirmación de que el espacio es político ya no sorprende en la actualidad. En las últimas décadas hemos visto intensificar el uso de la arquitectura como medio para legitimizar los discursos de poder o la fuerza del mercado, como proceso para movilizar la inteligencia de los otros, como vehículo para dar visibilidad a situaciones marginales o como 'objeto de consenso'. A pesar de esto, pienso que está generación de arquitectos es la más apolítica de los últimos tiempos. Nociones anteriormente asociadas con las cuestiones ideológicas del individuo, han sido sustituidas por el ideal de una arquitectura libre de valores y significaciones; la libertad de justificaciones sociales, políticas, culturales y estéticas como un discurso teórico, están en el centro de la práctica arquitectónica contemporánea.

Pero ¿minimizar el rol del pensamiento político en los arquitectos, realmente produce una arquitectura que involucra las cuestiones sociales de una manera significativa? K. Michael Hays considera que al proseguir sin cuestionar las condiciones estipuladas por el mercado, el cliente o las fuerzas dominantes de la sociedad, la arquitectura se entrega totalmente a ellas, asunto que se niega a aceptar como positivo. La fluidez arquitectónica va de la mano de una fluidez ideológica, sostiene en el ensayo The Emergence of Ideological Smoothness.

Entiendo las contradicciones que puede generar en algunos anteponer cuestiones ideológicas a su práctica, sería como una especie de vuelta a los inicios del movimiento moderno. Pero todo el entorno crítico suscitado alrededor de la actual crisis es reconocido en algunos contextos como el colapso del modelo económico del libre mercado, asunto que ha generado un ambiente propicio para reafirmar nuestros valores como ciudadanos y reconectarlos con nuestras formas de hacer. Queda en el arquitecto, sea cual sea su ideología, la decisión acerca de cuál es el aspecto instrumental y cómo lo incorpora en su práctica.