A través de la lente del Geo-Arquitecto: Manhattan es un Palimpsesto de Infraestructura - Lukas Pauer

Obsesionado por la complejidad de la infraestructura necesaria para mantener la logística de la isla de Manhattan, este texto hará un collage y una escisión de las impresiones de un viaje corto, hecho en el otoño de 2012, en el cual el predio ubicado en ‘58 Joralemon Street, Brooklyn, NY 11201’ se convierte en un caso de estudio de momentos aparentemente invisibles de la ciudad en los que el urbanismo y la ingeniería colisionan para revelarse a sí mismos a través de las tectónicas de la arquitectura.

Se pronostica que los factores determinantes de la salud humana empeorarán como consecuencia del cambio climático. Las ciudades concentran poblaciones particularmente vulnerables a los efectos de este fenómeno. Precipitaciones intensas, ciclones y marejadas: las severas manifestaciones asociadas al cambio climático, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, combinados con las muchas tensiones en áreas urbanas pueden poner en peligro a la infraestructura, lo que resultaría en daños económicos y riesgos extremos de salud para los residentes de las ciudades. La creciente relevancia de los fenómenos naturales de gran escala para la planeación y el diseño urbano necesita una redefinición del papel del arquitecto como co-creador de nuestro entrono.

En Architecture’s Geographic Turns David Gissen menciona un grupo emergente de arquitectos inclinados hacia la geografía, quienes adaptan teorías y conceptos de esta junto con las herramientas de representación propias de la disciplina.1 Él describe la fascinación ante la producción de mapas, propiciada por plataformas de fácil acceso como Google Earth y otras formas de sistemas de información geográfica. En lugar de planos y representaciones volumétricas de espacios, las intenciones arquitectónicas son comunicadas mediante representaciones cartográficas que mapean transformaciones y flujos en el tiempo y el espacio. Antes que abordar estrictamente el objeto arquitectónico enfatizando la experiencia específica de los habitantes de un edificio, los geo-arquitectosexaltan los flujos ambientales del material atmosférico a través del territorio o de una persona; para de esta manera desarrollar propuestas en forma de sistemas adaptables, infraestructuras híbridas o flexibles.

Estas aproximaciones sistémicas a las situaciones del territorio fortalecen la capacidad de la arquitectura para ordenar y estructurar el conocimiento, gracias a la posibilidad de activar u ocultar información deliberadamente. Los alcances del arquitecto van más allá de los límites del edificio. Es factible abordar el impacto de los desastres naturales desde una perspectiva más empresarial, y suscitar una ventaja a partir de una obvia desventaja: un arquitecto aunque sabe construir, es realmente un diletante de todos los campos. En el caso de una casa privada, el arquitecto es hasta cierto punto un especialista, pero cuando se le encarga un aeropuerto o un hospital, hay mucho más que este no conoce que lo que de hecho conoce. El arquitecto amalgama disciplinas, hace una curaduría del conocimiento y la información, especula sobre la posibilidad de organizar de manera sostenible y operativa; elementos que potencializan su facultad de suavizar el impacto de las crisis medioambientales. Esto permite una especie de síntesis que los especialistas ya no pueden hacer.

En un rastreo histórico del movimiento de tierra per cápita a través del tiempo, vemos que nuestra habilidad y motivación para modificar intencionalmente el paisaje mediante el movimiento de tierra en actividades de construcción y minería han aumentado dramáticamente.2 En la medida en la que más tierra es movida por humanos como agentes geomórficos que por la naturaleza en sí misma, en la medida en la que las obsoletas dicotomías sobre la noción de territorio –lo rural versus lo urbano y lo natural versus lo artificial– pierden significado, necesitamos prefigurar un nuevo conjunto de herramientas conceptuales para lidiar con los procesos de urbanización.

 En Le territoire comme palimseste André Corboz describe el dinamismo como una característica asociada a la noción de territorio: su continuo reensamblaje mediante factores naturales y humanos, inevitablemente amarrados.3 Los habitantes de la Tierra constantemente reescriben y borran sobre ella. Visto así, un territorio es un espacio físico de la misma manera en la que es una construcción mental. Como un palimpsesto, el territorio es en simultáneo producto y proyecto, constituye una estructura de información por capas que se remonta a tiempos antiguos: Superponer la topografía actual de Manhattan con el mapa de la isla elaborado por Egbert Ludovicus Viele en 1865 –mapa todavía en uso por ingenieros y urbanistas contemporáneos para diseñar fundaciones y estructuras en la ciudad– revela la naturaleza altamente construida de la topografía recuperada de Manhattan, antes entrecruzada por un archipiélago de lagunas, arroyos y pantanos hoy sellados en hormigón.4

Rastrear el territorio de la isla como un palimpsesto de infraestructuras por capas de comunicación y movilidad, de túneles para cableados telefónicos obsoletos y estaciones de metro en desuso, superpuestos a la trama vial, enfatiza la relación espacial íntima entre la hidrología perdida de la isla y su materia construida. Disfrazado mediante la fachada falsa de un edificio residencial, ‘58 Joralemon Street´ es un ducto de ventilación para la infraestructura del tren subterráneo de la ciudad. Se trata de un aparato de escala urbana, una parte de la compleja armazón subterránea que se alberga en el espacio oculto de la isla, espacio intermedio de la topografía natural, y construida solo para sostener las logísticas de la isla. Se trata de un momento extraño en el que la infraestructura oculta a la movilidad es re escalada y literalmente emerge a la superficie como materia construida a los ojos del habitante de la ciudad. Es el momento de interface en el que una serie de sistemas abstractos se tornan espaciales. Los mapas del tren subterráneo son entendidos como sistemas hasta que se llega a una estación donde el sistema adopta una identidad arquitectónica.

El producto del mapa como construcción mental es una abstracción, una reducción de información. El arquitecto como experto generalista es un curador de información, la activa o la desactiva. Al reducir información, el arquitecto oculta cosas y cuenta solo una parte de la historia. Por lo tanto, al dibujar un mapa, para poder entender la cuestión clave, tenemos que involucrarnos con la historia, ocultar información hasta el punto de casi construir una mentira, una realidad alterna. Pero al repensar la labor de un arquitecto hacia el mapeo, el arquitecto no puede ser reducido a un negociador entre disciplinas. Mientras que el negociador organiza cosas entre entidades pero sin ganar nada, el arquitecto sintetiza múltiples disciplinas. Entonces, ¿cuál es el papel del arquitecto en el panorama contemporáneo, si el momento en el que el urbanismo y la ingeniería se encuentran construye arquitectura?

Este es el momento en que el edificio se convierte en una herramienta de diseño que ejecuta un cambio concreto a la escala arquitectónica y un cambio abstracto a la escala urbana. Es cuando se convierte en un dispositivo proyectivo cuando la labor del diseño tiene un efecto que trasciende la simple negociación. Este es el espacio donde la arquitectura es relevante en términos de un campo mayor de urbanización. Es donde los arquitectos pueden producir cambios.


1 Gissen, Architecture’s Geographic Turns, Log 12 (2008).

2 Hooke, On the History of Humans as Geomorphic Agents (2000).

3 Corboz, Le territoire comme palimseste, Diogène (1983).

4 Viedele, Sanitary and Topographical Atlas of the City and Island of New York (1865).