Los mapeos tendrían que comenzar - Ariel Jacubovich

Los mapas están de moda, mapeamos todo el tiempo. Y los arquitectos lo hacemos de manera particular: en poco menos de 30 años pasamos de la pasión del croquis de autor a la del mapeo de información como instrumento para encaminar las decisiones de un proyecto.

En conjunto con el desarrollo de la Internet y la incorporación de tecnología GPS en múltiples dispositivos, también se popularizaron masivamente los Sistemas de Información Geográfica (GIS por sus siglas en inglés); desarrollo tecnológico que pone en relación información geográficamente referenciada con los atributos y datos de aquello que se ha mapeado. El desarrollo inicial de los GIS se dio en la década de 1960, en el laboratorio de una universidad norteamericana –LCGSA–; posteriormente se desplegó en múltiples campos: en el ejército, como herramienta de análisis para la investigación en armamento nuclear; en las actividades comerciales e industriales,como ayuda para tomar decisiones acerca de la ubicación de negocios –capriskanysite–, y actualmente en una multiplicidad de aplicaciones, muchas de ellas de alto rendimiento comercial (Intergraph, ESRI, CARI) y otras de código abierto. Más allá de la potencial atracción estética de sus resultados, estas tecnologías permiten visualizar en una imagen un complejo entramado de información heterogénea, que al ponerla en relación facilita o sustenta, a partir de la precisión, la toma de decisiones sobre algún asunto controversial.

Sin ser especialista en el tema,me atrevo a formular una inquietud: estas herramientas, aparentemente tan poderosas para modelar con precisión la realidad (actual o futura), presentan a mi juicio un punto débil –que suele olvidarse frente al poder de las imágenes que genera–: damos por sentado que la información de base a partir de la cual trabajamos es real, y por lo tanto, al mapearla para tomar decisiones estamos incidiendo y transformando la realidad consecuentemente.

En este contexto, cobra importancia conocer cómo se generan los datos. La proliferación de las imágenes aéreas y satelitales,así como su digitalización y posterior análisis,hace que estas seconviertan en la principal fuente de generación de datos geográficos. Buscamos la información directamente en las imágenes; ya no tratamos de localizar los conocimientos adquiridos en el territorio, en lugar de ello la fotografía intercede entre la medición y la realidad. Esta operación es una ciencia, la Fotogrametría, que tuvo un origen muy preciso, tal como lo narra Harun Farocki en su genial texto La realidad tendría que comenzar.1 En 1858 al arquitecto Meydenbauer, director de la oficina estatal de construcción encargado de medir los edificios históricos,concibió la fotografía como una imagen mensurable en escala. Y llegó a ello luego de salvarse de una caída cuando, colgado de un aparejo, medía la catedral de Wetzlar. Él, pensó que la fotografía sería un método mucho más seguro ya que evitaría, literalmente, exponer el cuerpo.“Es peligroso permanecer físicamente cerca del objeto, de la escena; es más seguro sacar una fotografía y analizarla luego en la tranquilidad del propio escritorio”. Las fuerzas armadas habían comprendido esto a la perfección; no hace falta explicar las ventajas de evitar poner el cuerpo en tiempos de guerra. Ya en la Primera Guerra Mundial la fotografía aérea se utilizaba para detectar zonas enemigas. En 1944, aviones norteamericanos, buscando las fábricas de producción de gasolina, fotografiaron por primera vez el campo de concentración de Auschwitz. En una serie de veintidós imágenes, tres de ellas registraron Auschwitz. Los informes de las oficinas encargadas del procesamiento y análisis de dichas imágenes describieron las instalaciones industriales con precisión pero no señalaron la existencia del campo de concentración. Los aviones continuaron fotografiando Auschwitz, incluso hasta 1945, cuando los alemanes ya habían abandonado los campos,sin embargo nunca se mencionó en ningún informe; los analistas simplemente no lo veían, no tenía instrucciones de detectarlo.

La invención de Meydenbauer para evitar poner el cuerpo dio lugar a la Oficina de Procesamiento de Imágenes. Actualmente esta actividad involucra desde satélites hasta máquinas programadas para analizar y clasificar a partir de criterios que se establecen. Aparatos programados para describir imágenes producidas por otros aparatos.

Villa 31 es uno de tantos asentamientos informales y precarios de la ciudad de Buenos Aires, tal vez el más antiguo,y que se encuentra en el centro del debate global sobre los modos de urbanizar. Allí un grupo de adolescentes del barrio se reúne de manera regular con docentes a construir mapas del lugar2.Lo hacen a partir de recorridos o de la propia experiencia, fotografiando con cámaras estenopéicas, describiendo los pasillos laberínticos y los interiores de las viviendas, los espacios públicos y las organizaciones que participan en él; y realizando notaciones que registran con una precisión que ni los satélites ni los proyectos participativos de los gobiernos y las mesas de urbanización logran conseguir.

Tal vez los mapeos tendrían que comenzar, desde la ciudadanía, poniendo el cuerpoal generar los datos y la información con la qué configurar esos mapas, aquellos que nos guían en la transformación de la realidad. El peligro sería no hacerlo.


1 En Crítica de la mirada, textos de Harun Faocki, editorial Altamira 2003, Ciudad de Buenos Aires

2 Para más información sobre los talleres de mapeo ver lo publicado en:http://www.thepolisblog.org/2011/07/mapping-as-political-practice-for-youth.html