Se convoca: ¡Seamos el medio y no el fin de la arquitectura! - Natasha Rena

¿Cuántos de nosotros, los arquitectos, estamos indignados? ¿El 1 o el 99%? Indignados con las diferencias sociales ampliadas por los procesos de gentrificación, las intervenciones monumentales en las favelas, la persecución a los habitantes de la calle y las áreas públicas, la destrucción del medio ambiente, el desalojo de comunidades desterradas de su lugar de origen por intereses económicos, la privatización de los espacios públicos.

Según Agamben, los medios gustan del ciudadano indignado pero impotente. Exactamente esto es lo que me parece que viene ocurriendo con nuestra posición política frente a los acontecimientos actuales de la economía, de la sociedad y la cultura. Se sabe que el capital está en todas partes y que nada pasa fuera de su sistema. Pero si entendiéramos que la política tal vez sea la posibilidad para el uso libre del mundo, podríamos revisar el papel de la arquitectura como dispositivo de control. ¡Contra la construcción de panópticos, muros, cercas, garitas, condominios cerrados, se convoca al 1% de los indignados!

Se observa que nuestras economías crecen impulsadas por los productos básicos, y se dispersan por ahí millones de excavaciones. Galeano nunca estuvo tan vigente: las venas de América Latina continúan abiertas y sangran. Gobiernos fallidos venden, literalmente, nuestras riquezas. Minas exploradas durante años, que devastan el medio ambiente y destruyen comunidades enteras, se preparan para convertirse en condominios residenciales de lujo. En todas partes, sobre la lógica cultural del capitalismo tardío, los estados financian obras espectaculares que representarán su poder y su modernidad. Nosotros, los arquitectos, participamos de todo esto activamente.

Hay una crisis evidente de referencias. Lo bello salió de los discursos teóricos oficiales, pero las ideas de monumentalidad, composición, expresión y autoría se hacen presentes en cualquier blog o revista de arquitectura. ¿Dónde están los pequeños movimientos de resistencia? ¿Dónde están los arquitectos indignados?

Se entiende que crear es resistir y que indignarse está asociado a la acción creativa, a lo colectivo y a las micro-políticas. ¡Ok! El capital está en todas partes y construye sus significados. Financia y construye todo lo que nos rodea. Las preguntas son: ¿Dónde y cómo es posible transgredir? ¿Cuáles son las nuevas formas de militancia disponibles y a ser inventadas? ¿Cómo hacer para actuar fuera de la lógica institucionalizada que envuelve un capitalismo perverso y un Estado corrupto?

Pienso que el empoderamiento pasa en primer lugar por las universidades, y le pregunto a los arquitectos profesores: ¿conocemos y enseñamos sobre la arquitectura producida ordinariamente en América Latina? ¿Qué sabemos sobre los saberes populares de las poblaciones indígenas, ribereñas, litorales, marginales? ¿Cómo agenciar movimientos de transculturación que subviertan la lógica del canibalismo, presente en la producción moderna de nuestra arquitectura? ¿Continuamos entendiendo que el modelo de desarrollo de los viejos centros nos proporcionará una riqueza repartida y justa? ¿Una estética singular? ¿Un lenguaje propio? Y ahora que dejamos de ser la periferia económica del mundo, ¿cómo traducir la cultura de cada uno de los países latinoamericanos en acciones representativas? ¿Qué es lo que tenemos en común? ¿Qué es lo que podemos hacer juntos? Más que mirar de forma acrítica la arquitectura espectacular europea, ¿no sería el momento de intentar comprender nuestras propias lógicas de producción material y simbólica, para crear las estrategias de un proyecto que evidencie las maneras singulares de invención?

Manifiéstese: ¡por una arquitectura menor! Por una producción que incluya al 99% de los ciudadanos comunes. Hombres cualquiera. Por una arquitectura cualquiera. Por una arquitectura global, en la cual América Latina entienda y aprenda la importancia de su cultura y de sus redes de intercambio colaborativas. Menos arquitectura. Menos monumentos. Porque menos es más gente incluida. Se requiere 1% de los recursos para la realización de habitaciones producidas en serie para personas diferentes. Repitamos la diferencia; en vez de máquinas de habitar que apilen sin piedad al hombre universal, se buscan formas de realizar gestiones maquínicas que produzcan lugares singulares. Sabemos que la arquitectura nunca debió exigir su autonomía, pues es la menos autónoma de las profesiones. Por tanto, hagamos biopolítica: una pequeña multitud contra el Imperio. No es posible que 99% de los arquitectos continúen produciendo apenas las demandas obvias del 1%, de los adinerados. Menos gentrificación, más responsabilidad social. Menos monumentos en favelas, más parques, escuelas, bibliotecas, bancas y plazas. ¡Ah si! ¡Más metrocables! Hacer cruzar, intercambiar personas de lugar, rescatar el derecho de ir y venir. Los arquitectos duermen en el punto. Se convoca: ¡seamos el medio y no el fin de la arquitectura!